No te inquietes por las dificultades de la vida, por sus altibajos, por
sus decepciones, por su porvenir más o menos sombrío. Quiere lo que Dios
quiere.
Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades el sacrificio de tu alma
sencilla que, pese a todo, acepta los designios de su providencia. Poco importa
que te consideres un frustrado si Dios te considera plenamente realizado, a su
gusto.
Piérdete confiado ciegamente en ese Dios que te quiere para sí. Y que
llegará hasta ti, aunque jamás lo veas. Piensa que estás en sus manos, tanto
más fuertemente cogido, cuanto más decaído y triste te encuentres.
Vive feliz. Te lo suplico. Vive en paz. Que nada te altere. Que nada sea
capaz de quitarte tu paz. Ni la fatiga psíquica. Ni tus fallos morales.
Recuerda: cuanto te deprima e inquiete es falso. Te lo aseguro en el
nombre de las leyes de la vida y de las promesas de Dios.
Por eso, cuando te sientas apesadumbrado, triste, adora y confía
Teilhard de Chardin
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