sábado, 12 de diciembre de 2015

Un regalo para la comunidad Nonaam Wounaam


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Hace un tiempo, mi amiga Esperanza Casas, una mujer que ha trabajado durante muchos años y de manera desinteresada como Promotora  Cultural Indígena, me contó la historia de Farub y su familia:

Farub era un niño de 4 años de la comunidad indígena nonaam wounaam, que vivía en Taparalito, en el alto río San Juan, zona selvática alejada de Quibdó, Chocó. Su nombre no es nativo, Juan, su padre, le dio ese nombre en honor a la amistad con un hombre árabe llamado igual.

El niño fue remitido por un problema médico a Bogotá. En el hospital, los médicos y las enfermeras le brindaron, además de la atención profesional, amor y afecto al único niño indígena wounaam que había allí.

Él, que estaba aprendiendo sus primeras palabras en español, no pedía regalos, ni juguetes, ni videojuegos, le decía a mi amiga: “esperanta tráeme cuadeno yo tarea pa tú”

Luego de un tiempo hospitalizado fue sometido a una  cirugía del corazón, desafortunadamente, el pequeño Farub falleció. En la morgue del hospital, según relata Esperanza*, Juan le tomó la mano al pequeño y le tejió una hermosa trenza con chaquiras de colores, mientras, Mary la madre le cantaba:

Mu chain japosim (mi niño nació)
Mu chain jaojim (ni niño creció)
Mu chain japichin (mi niño corrió)
Mu chain incasim (mi niño jugó)

Con la ayuda de varias personas, Farub pudo ser velado y luego llevado de regreso a su comunidad en la selva, donde fue enterrado. Ahora, en aquel lugar, crece un hermoso y frondoso árbol.

La familia de Farub hace parte de las pocas que permanecen en su territorio; luchando por preservar sus tierras ancestrales y conservar su cultura.  Muchas se han desplazado por las amenazas de los grupos armados,  entre ellos: las guerrillas, los paramilitares y las bandas de narcotraficantes. Según algunos informes oficiales, se calcula que sólo quedan en todo el país 3000 personas de esta etnia y están en peligro de extinción.

Juan, el padre de Farub,  es un guerrero: terminó enfermería en el SENA; luego estudió pedagogía; hoy es profesor de la escuela de la comunidad; ahora viaja 7 horas por el río para asistir a sus clases en la UNAD sede Quibdó, donde se prepara para ser filósofo y seguir ayudando a su comunidad. Mary, por su parte, trabajó varios años como madre comunitaria.

La familia tiene ya 8 hijos, que Juan y su esposa educan de manera ejemplar: con una inmensa riqueza cultural sobre el respeto a la naturaleza, la convivencia pacífica en comunidad,  la preservación del arte de la cestería, la elaboración de adornos con chaquiras, la talla de la madera de alta calidad y los bastones de mando.

Tras esta historia admirable de lucha y superación de la FAMILIA CHICHILIANO MÁLAGA, te invito a apoyarlos en su valiente tarea; mediante un donativo que llegará directamente a ellos en Colombia:

Nombre: Juan Chichiliano Málaga
Cuenta de ahorros Banco Popular # 23038015933-5

También, en memoria del pequeño Farub que pedía cuadernos y no juguetes, estamos haciendo una campaña para recibir útiles escolares nuevos; para que los niños wounaam que ahora viven en Bogotá, puedan tener sus implementos para ir a la escuela el próximo año 2016. Quien desee unirse a esta iniciativa por favor comuníquese conmigo moraleonliliana10@gmail.com.

*Quiero expresar un enorme agradecimiento a mi amiga Esperanza por compartir esta historia, que aún narra con lágrimas.

Emberá significa “hombre bueno” “buen amigo”
¡Gracias amigos por sus corazones generosos!


Liliana

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