Temía fracasar, hasta que
me di cuenta que únicamente fracaso cuando no lo intento.
Temía lo que la gente
opinara de mí, hasta que me di cuenta que de todos modos opinan.
Temía que me rechazaran,
hasta que entendí que debía de tener fe en mi mismo.
Temía al dolor, hasta que
aprendí que éste es necesario para crecer.
Temía la verdad, hasta
que descubrí la fealdad de las mentiras.
Temía a la muerte, hasta
que aprendí que no es el final, sino más bien el comienzo.
Temía al odio, hasta que
me di cuenta que no es otra cosa más que ignorancia.
Temía al ridículo, hasta
que aprendí a reírme de mí mismo.
Temía hacerme viejo, hasta
que comprendí que ganaba sabiduría día a día.
Temía al pasado, hasta
que comprendí que es sólo mi proyección mental y ya no puede herirme más.
Temía a la oscuridad,
hasta que vi la belleza de la luz de una estrella.
Temía el cambio hasta que
vi que aún la mariposa más hermosa necesitaba pasar por una metamorfosis antes
de volar.
Hagamos que nuestras
vidas cada día tengan más vida y si nos sentimos desfallecer, no olvidemos que
al final siempre hay algo más.
Hay que vivir ligero
porque el tiempo de morir está fijado.
Ernest Hemingway
No hay comentarios:
Publicar un comentario