En el reino era un ritual para
los guerreros ir a la cacería del león. En medio de la búsqueda el Rey salió
detrás del príncipe Iko, que se escapó entre la multitud. Lo encontró
acariciando a un cachorro de león, mientras la leona se acercaba caminando
lentamente.
Al rey se le detuvo el corazón por un instante, luego alzó el arco
y cuando levantó la flecha, la leona levantó la cabeza y rugió.
Cuando el príncipe vio al padre,
soltó al cachorro y le murmuro algo a la leona, quien después de rugir
indecisa, y ante la insistencia del príncipe se fue, y detrás de ella marchó su retoño.
— ¿Estás loco? — exclamó el rey— ¡Esa bestia pudo haberte
matado!
— ¿Ella?... No padre, ella jamás me
habría hecho daño, es mi amiga.
—Aunque debo admitir que
cualquier cosa que hayas dicho o hecho, fue muy impresionante— dijo el rey—Sin
embargo, no entiendo, si las cacerías te disgustan tanto ¿Por qué insistes en
venir?
— Pero sí me gustan las cacerías—respondió
el príncipe—Me gustan los colores, la música. Me encanta salir al bosque. Es
solo que…odio la idea de matar.
— ¿Y por qué te molesta tanto? —le
preguntó el rey.
— No sé cómo explicarlo—respondió
el joven príncipe—. Es como si existiera un vínculo, como si yo pudiera sentir
y pensar lo mismo que ellos. Es como si me hablaran. ¿Lo entiendes?
— No, nunca he sentido nada así—le
respondió el rey. — Creo que eres muy afortunado. Una vez mi padre me dijo que
un buen gobernante sentía amor por toda su gente, pero un gran gobernante,
sentía amor por todo, y tú mi muchacho, vas a ser un gran gobernante.
Adaptado
de El amor sobre todas las cosas- Isha
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