Declaración
ante mi hijo dormido
Escuche
hijo, voy a decir esto mientras duerme, suavemente reclinado en la almohada. He
entrado solo en su cuarto. Hace unos minutos mientras leía el periódico en la
sala, sentí una ola de remordimiento que me ahogaba. Como culpable he venido
junto a su cama.
Esto
es lo que he estado pensando: He
sido demasiado gruñón en el trato que le he venido dando. Esta mañana lo regañé porque apenas se había
echado un poco de agua en la cara al bañarse.
Luego lo volví a regañar porque no había brillado bien los zapatos y
enseguida lo grité porque había dejado caer algo.
Durante
el desayuno lo regañé porque volcó un vaso, y luego le hablé duro porque estaba
comiendo demasiado rápido. Enseguida le advertí muy serio que estaba poniendo
los codos sobre la mesa. Cuando salió para ir al colegio y yo salía para tomar
mi bus para el trabajo, me despidió diciendo: “Adiós papi”, y en vez de
contestar amablemente le grité: “Levante esos hombros, no ante tan agachado”.
Cuando
yo volvía por la tarde de mi trabajo lo vi jugando con otros niños en la calle
y con las medias rotas. Lo mandé a la casa pero antes lo humillé delante de sus
compañeros diciéndole: “Siga rompiendo las medias, que como no le toca
comprarlas no sabe lo costosas que son. Si tuviera que comprarlas sería más
cuidadoso”. Y pensar hijo que un papá diga eso, y ¡delante de los demás!
Esta
tarde hijo, cuando yo estaba en la sala leyendo el periódico, lo sentí
acercarse con timidez y con mirada de perseguido como queriéndome decir o pedir
algo y levanté la vista encolerizado y le grité: “Y ahora ¿Qué quiere?”. Y a
pesar de todo, esta noche antes de ir a la cama lo sentí acercárseme a pedir la
bendición y a desearme buena noche.
Bueno,
hijo, después mientras leía el periódico fue cuando me di cuenta de mi mal
proceder y me llené de remordimiento. ¿Qué estoy haciendo yo con esta costumbre
de regañar por todo? ¿Es que no sé sino únicamente encontrar defectos para
criticar y no encuentro ninguna cualidad para felicitar? No es que yo no lo
ame, es que estoy esperando demasiado de alguien que todavía es solo un niño.
Lo mido con la medida de mis años maduros y pretendo que tenga un
comportamiento como el mío.
¡Pero
tiene tantas cualidades y tan buenos comportamientos que yo no he sabido
apreciar y valorar! Por eso ha llegado la hora, y aquí cerca a su cama, de
rodillas, estoy pidiendo perdón a Dios por el modo tan exagerado como estoy
tratando a mi propio hijo.
Quiero
pedirle a Dios que me perdone todas mis asperezas y brusquedades. Yo sé que si
le dijera esto a mi hijo cuando esté despierto, no me lo comprendería. Pero
desde mañana quiero ser un buen papá. Quiero ser su amigo y compañero y no un
jefe temible. Quiero sufrir cuando lo vea sufrir y reír cuando lo vea reír.
Refrenaré mi lengua para no decirle palabras impacientes o humillantes. Tengo
que repetirme muchas veces: “Es todavía un niño. Es todavía un niño”.
No
quiero tratarlo como a un hombre ya formado. Quiero comprenderlo como a un niño en formación. Me
esmeraré por formarlo lo mejor posible y por corregir sus errores y hacer que
tenga las virtudes y buenas costumbres necesarias, pero siempre con métodos
amables, y dando tiempo al tiempo para que vaya progresando poco a poco.
Reconozco que he pedido más de lo debido. Quise que los frutos de su
personalidad maduraran demasiado pronto. Y eso es un error. De hoy en adelante
trataré a mi niño hijo, solamente como un niño, porque eso es y nada más.
Livingstone Larnded
Fuente:
Cómo ganar amigos- D. Carnegie y E. Sálesman.
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