La confianza es la seguridad
en si mismo o en otro, es la esperanza firme en alguien que sentimos cercano.
No podemos amar a alguien si no confiamos en la verdadera bondad que habita en
esa persona. Si estamos con miedo o temor estos nos impiden confiar y abrirnos
al amor. La confianza es una cualidad con la que nacemos, ningún niño nace
pensando que otro puede hacerle daño, es por eso que son más vulnerables, y
victimas fáciles. Esta cualidad de ver lo bueno en el otro, va disminuyendo a
medida que el niño experimentar situaciones desagradables, donde es herido o
lastimado.
El niño debe crecer con una buena
autoestima, con la confianza en sus propias capacidades para autoprotegerse, y
a la vez para afrontar cualquier situación que la vida le presente. Cuando el
autoconcepto y la autoimagen de valor no son fuertes, la persona tiene una
débil confianza en sí misma. La desconfianza crea barreras para protegerse y
genera dudas constantes sobre el amor y la amistad que otros le brindan, y
también sobre la propia capacidad de amar y de vivir.
Por lo general, en el
adulto, la confianza en otra persona se gana con el tiempo. Para algunas
personas, pueden ser años de experiencias vividas juntos para determinar que
otro es confiable. La confianza es frágil como el cristal, y un solo golpe
puede llegar a resquebrajarla, y así como los pedazos de cristal, aunque se
repare, quedaran marcas imborrables.
Pero a pesar de las malas experiencias
donde otros hayan abusado de la confianza brindada, es necesario dar un paso
adelante y seguir avanzando. Hay que comprender que todos podemos equivocarnos
igual o peor, y todos poseemos la
capacidad de cambiar. En libertad y con discernimiento, a la luz de la guía del
espíritu, decidiremos hasta que punto confiar en otro. La verdad es que a veces
los hábitos nocivos (adictos al alcohol o drogas, sexo, pornografía, estafas,
robos, mentiras, actos violentos) son más fuertes que la débil voluntad de la
persona. Es necesario confiar en nosotros mismos, para alejarnos de alguien que
puede repetidamente lastimarnos o someternos a situaciones de riesgo, físico o
emocional.
Nuestra verdadera confianza
para amar debe estar cimentada en el espíritu, en Dios. Confiar en el amor de
Dios, es tener la seguridad que todo lo que necesitemos nos será dado. Él nos
brindará la fuerza para afrontar las situaciones difíciles, y también para
levantarnos de las traiciones y engaños sufridos. Dios nos regalará su amor y
sabiduría, para seguir confiando en el poder de la bondad que existe en la
humanidad, y en el corazón de cada persona. Podemos desconfiar de nosotros mismos
pero nunca…nunca…nunca…desconfiar del amor de Dios, es lo único real y eterno.
Liliana
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