Amar es apreciar lo bueno en todo. Hay formas de andar por la vida: la primera enfocándose en los defectos y carencias, la segunda viviendo en la apatía e indiferencia, y la tercera valorando a cada persona o cosa como algo único y maravilloso. Por supuesto, esta última opción es la que decide quien está dispuesto a vivir en el amor.
Una de las fases más
emocionantes en una relación de pareja es la fase del noviazgo, en ella, estamos
enfocados en todo lo bueno que la otra persona nos ofrece, somos ciegos de
amor. Pero la fase del noviazgo, debe pasar con el tiempo y la convivencia, a
un amor maduro, un amor en el cual me reconozco y sigo reconociendo al otro como
de valor. Si vemos todo lo positivo de esa persona, más fácilmente podemos
establecer vínculos duraderos, porque somos capaces de amar a pesar de todos
los errores del otro y de los propios. El perdón diario y la comunicación
amorosa y positiva, son elementos indispensables para lograr una relación
armoniosa, mutuamente satisfactoria.
Cada día son más los
matrimonios y las relaciones afectivas que fracasan. Cuando nos vemos ante la
ruptura, nos sigue una fase de análisis y reflexión sobre las causas de la
separación, y allí aparece como una de las primeras razones, la incapacidad de
reconocer continuamente al otro como un regalo valioso, único e irrepetible, y
no como una posesión a la que tengo derecho ilimitado.
Pocas relaciones humanas dan
un testimonio tan fuerte de amor, como el de una madre por su hijo. La madre es capaz de ver
siempre la bondad del otro, ella conserva en su corazón la imagen de un niño,
al que ama a pesar de todo. Una madre, sabe que su hijo es el resultado de su
amor, y si falla su hijo es su propia falencia de amor la que está viendo.
Cualquiera puede reconocer
las imperfecciones o los defectos de otro; es muy fácil criticar porque parece
que lo “malo” brilla más. También, porque cuando percibimos algo como negativo,
es porque no responde a nuestras expectativas y deseos. Valorar la
individualidad como positiva, reconocer el regalo de la diferencia de
personalidades, y al tiempo considerarnos como iguales, son principios para
desarrollar relaciones personales más plenas.
Los hombres y mujeres
realmente grandes, que reconocen su esencia espiritual, y su potencial
ilimitado de amor, pueden valorar completamente a una persona. Aman sin
condiciones, entregan sin recibir nada a cambio, y pueden apreciar dentro de
cada criatura la esencia perfecta de Dios. Todos estamos llamados a ser así de
grandes.
Liliana
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