Perdonar es el regalo de
amor más grande. Cuando alguien perdona nuestras faltas o errores, nos sentimos
liberados, y con la posibilidad de continuar sin las cargas negativas de la
culpa y la vergüenza. El amor que entrega el perdón, es un amor incondicional
ya que decide entregarse a pesar de nuestras imperfecciones.
El perdón es una llave para
la liberación personal, es soltar las cadenas que nos mantienen atados, para
darnos la libertad de volar, y seguir creciendo. El amor incondicional es el
motor que nos hace creer en nosotros mismos y lograr hechos extraordinarios,
desde la curación física y emocional, hasta obrar milagros.
Si nos mantenemos anclados a
memorias negativas, que guardamos, recordamos y resentimos una y otra vez, le
robamos la alegría al presente. El pasado es un fantasma que puede llegar a
atormentar nuestra vida, si decidimos creer que
todavía nos acompaña. Pero el ayer ya no está, y nada, absolutamente
nada de lo que hagamos hoy puede cambiar lo que ya ocurrió.
La falta de perdón y amor es
la raíz de muchos males y las enfermedades. Si nos aferramos a las heridas, nos
llenamos de ira, enojo, rabia, hasta odio. Los pensamientos y sentimientos
anteriores, nos dañan profundamente. En esa confusión mental que produce la
falta de perdón, no escuchamos el verdadero mensaje que Dios nos regala
diariamente, el mensaje del amor.
El perdón debe ser un ingrediente básico para establecer relaciones duraderas y armónica. Cuando no somos capaces de ir perdonando y olvidando las ofensas de las personas que nos rodean y las propias, poco a poco elevamos muros y silencios que nos alejan más y más. A veces escuchamos testimonios de parejas que han vivido 50 años de casados, y aún se aman, ellos nos enseñan que el perdón díario, la comunicación y el aprender a comprender y aceptar al otro, son las bases para un matrimonio duradero.
El proceso del perdón
también es una decisión. En nuestra mente asumimos la intención de hacerlo,
sabemos que estamos en la voluntad de Dios, y confiamos en su ayuda. Mientras
más orgullo, arrogancia, egoísmo o ambición en nuestros corazones, más nos
cuesta perdonar. El perdón requiere ir dejando, paso a paso, todas las razones
mentales con las cuales justificamos el aferrarnos al dolor; es con humildad
reconocer que no sabemos perdonar y permitir que sea el Espíritu Santo que obre
en nosotros.
Padre Amado, gracias por tu
amor y perdón, te pedimos humildemente que nos ayudes a perdonar, no sabemos
cómo hacerlo y a veces nuestros esfuerzos parecen vanos. Queremos hacer tu
voluntad amando siempre. Gracias Padre.
Liliana
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