jueves, 24 de enero de 2013

Lección 4. Amar es un deber


Todo derecho implica una responsabilidad o un deber, van unidos de la mano. Un deber es un compromiso asumido ya sea con nosotros mismos, otra persona, o el entorno en general. A medida que vamos viviendo aceptamos mayores responsabilidades y tareas, acordes con nuestra madurez y posibilidades. 

Es en el hogar donde aprendemos parte de la forma que asumimos nuestros deberes cotidianos, y es allí donde siembran las primeras semillas de amor, que darán frutos posteriormente. Amar como deber lleva consigo obligatoriedad, es decir una ineludible tarea que tenemos que realizar aunque no queramos. 

Cumplir el deber de amar, para la gran mayoría de nosotros, no es una tarea fácil. Como  lo explican las escrituras sagradas; el primer mandamiento es el amor y del él derivan todos los demás. Si amar fuera una tarea espontánea y muy natural del hombre, no sería necesario crear mandatos, leyes,  normas, y reglamentos para garantizar que amamos, simplemente amaríamos.

Lejos de condenar a los que no aman como quisiéramos, o de sentirnos culpables por no amar como desearíamos, asumamos que todos amamos lo mejor que podemos en el tiempo, el lugar y las circunstancias dadas.  Si nos pensamos como aprendices de un deber somos más benévolos y aceptamos la realidad que nos corresponde.

Aceptar que no somos buenos en algo, no quiere decir que debemos conformarnos y vivir el resto de nuestra vida de esa manera. Por el contrario, desear la maestría en el amor, es una misión dada a cada uno de los hombres, y tenemos en nuestras manos todo el potencial para ser mejores; no mejores que otros, sino mejores de lo que fuimos ayer, hace un año o 10.

El  cumplimiento constante del deber con entrega, compromiso y en deseo permanente de perfeccionamiento, nos lleva a ser buenos en esa tarea. Así mismo en el amor; una tarea continua que al pasar la vida tiene niveles más altos de realización. La vida es una escuela que nos enfrenta a desafíos para aprender a amar. 

Tarde o temprano a pesar de haber tomado caminos que te han llevado lejos del amor, comprendes que sólo el amor hace renacer la paz en tu corazón y enciende un propósito de vida que antes no tenías. En la medida que volvemos al verdadero sendero nos vamos liberando de falsos dioses, ilusiones vanas y sueños sin sentido; y podemos decir que despertamos a la verdad. 
Liliana

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