El primer paso para cambiar
cualquier situación, es reconocer la necesidad de cambiar. Cuando somos
conscientes del hecho que no sabemos amar completa y profundamente, nos abrimos
a todas las posibilidades existentes para mejorar nuestras vidas. En el instante que nos reconocemos como
aprendices del amor; y no como expertos; asumimos la
tarea diaria e ilimitada de vivir en el amor.
La mayoría de las veces, son
las situaciones críticas que vivimos las que evidencian las debilidades en campo del amor. Cuando sufrimos un divorcio,
la muerte de un ser querido, la separación de los hijos, o conflictos
familiares o laborales serios, sentimos que en la tarea de amar
desinteresadamente y con desprendimiento nos hace falta muchísimo por aprender.
En cada tramo de nuestra
existencia, nos enfrentamos a nuevos retos en todos los campos, especialmente
en el amor. Esperamos que con los años
vividos la experiencia acumulada, a punta de éxitos y fracasos, nos lleve a ser
más maduros. Pero no siempre es así; sólo si logramos extraer de cada vivencia
aparentemente negativa, las grandes enseñanzas que aportan y de allí decidimos
cambiar de rumbo, podemos decir que lo sufrido es la base de un gran avance
como seres humanos.
Hay que tener humildad para
reconocer que no sabemos amar, allí en ese momento podemos arrojar nuestro
orgullo lejos, nos despojamos de la arrogancia, de la autosuficiencia, del ego
que nos llena de falsedad. La perfección no es humana; aceptar esta verdad nos
abre una puerta para amarnos como somos y en donde estamos, amarnos con todo y
a pesar de todo.
Una vez que aceptamos que no
sabemos, amar se convierte en una tarea infinita, que ocupa el primer lugar en
la agenda del día. Siempre encontraremos; si estamos dispuestos a buscar, áreas
donde mejorar para vivir más felices, hacer felices a las personas que nos
rodean y dejar un rastro positivo en nuestro paso por esta tierra.
Liliana
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